Madre miaaaaa!!! Veréis que hace días que no escribo, pero resulta que fuimos a Bangkok para renovar el visado de Indonesia, con un viaje súper bien planificado, y hemos estado atrapados allí un montón de días!
Os cuento:
Cada 6 meses el Gobierno de Indonesia exige una salida del país para renovar el visado. La vez anterior, fuimos a Singapur a las 8 de la mañana y volvimos a las 21 horas a Bali, e hicimos el papeleo a través de un agente que nos recogió y nos devolvió la documentación en unas horas.
Singapur está muy bien, pero ir y venir en el día nos pareció una paliza, además de que es carísimo, así que nos propusimos que la próxima vez que tuviéramos que salir, sería a algún país cercano para conocer más cosas y culturas diferentes.
En principio pensamos en Vietnam, nos apetecía muchísimo, pero desconocíamos si los trámites en la Embajada eran fáciles de conseguir, y tan pinchos nos decidimos por Tailandia, en el que en 72 horas te resolvían todo el papeleo.
Para que nos diera tiempo a hacer todo, salimos el lunes día 13 para volver el viernes 17. Perfecto, pensamos, el lunes en cuanto lleguemos vamos a la Embajada, el miércoles recogíamos la documentación y nos daba tiempo de sobra para conocer esa ciudad, en principio tan apetecible.
Aunque para el vuelo de ida, madrugamos un poco, por una vez en nuestra vida, sacamos el de vuelta a las 12 para no madrugar, como señoritos.
Pues nada, llegamos tan ricamente al aeropuerto, cogimos un taxi, el conductor no hablaba casi inglés pero dijo que sabía dónde estaba la Embajada de Indonesia, así que metimos las mochilas al maletero, y nos montamos. Cuando ya llegó al centro de la ciudad, vimos que dudaba, que se metía por unas calles y otras, y al final EUREKA, nos lleva a la Embajada de India. Tócate los pies! Pero oiga señor, que esto no es Indonesia! - como que no!, India e Indonesia es lo mismo no? Pues no señor, haga usted el favor de enterarse de donde está y llevarnos allí por favor! El hombre, dando vueltas y vueltas y preguntando aquí y allí, nos llevó por fin a nuestro destino, pagándole un montón por el viajecito de marras, pero contentos de que al fin estábamos donde queríamos. Jajjjajaaaa... nuestro periplo acababa de comenzar, los de seguridad nos dejaron entrar por una puerta metálica, y dentro un chico nos dice que es el Año Nuevo budista y que la Embajada está cerrada hasta el jueveeeeeeeees!
Le explicamos nuestro problema, que no podíamos esperar hasta el jueves porque nuestro vuelo salía el viernes, que no sabíamos que era fiesta y menos que una Embajada pudiera cerrar 3 días, que llevábamos toda la documentación ya hecha desde Bali... en fin, el chico muy amable hizo unas llamadas e intentó solucionarlo, pero al final nada, que volviéramos el jueves a ver si había suerte y nos lo hacían para el viernes a primera hora.
Nuestro hotel estaba cerca de la famosa calle Khaosan, que es donde más se celebra esta fiesta, así que comimos, descansamos un rato y fuimos allí. Aunque en el hotel nos dijeron que se celebra tirando agua, no esperábamos lo que había allí. Miles de personas con escopetas de agua, con cubos llenos e incluso directamente a manguerazo limpio, otros con cubos llenos de una especie de escayola líquida que te pasaban por la cara, felicitándote el nuevo año, nos pusieron como cromos. Decidimos contraatacar comprando unas pistolas de agua enormes, y nos metimos en todo el jaleo. Toda la calle estaba llena de carritos de comida, zumos, helados, y arcones con agua y hielo en los que a precio de oro vendían bebidas, y de paso servían para rellenar las pistolas una vez vacías. Bueno, te caía agua y escayola por todos los lados, de las escopetas, normalmente el agua estaba calentita, los cubos y mangueras, helada, no sabíamos que era peor... milagrosamente, los carritos de comida y bebida salvaban el pellejo, con todo ese aceite bien caliente podía ocurrir de todo!.
Os cuento:
Cada 6 meses el Gobierno de Indonesia exige una salida del país para renovar el visado. La vez anterior, fuimos a Singapur a las 8 de la mañana y volvimos a las 21 horas a Bali, e hicimos el papeleo a través de un agente que nos recogió y nos devolvió la documentación en unas horas.
Singapur está muy bien, pero ir y venir en el día nos pareció una paliza, además de que es carísimo, así que nos propusimos que la próxima vez que tuviéramos que salir, sería a algún país cercano para conocer más cosas y culturas diferentes.
En principio pensamos en Vietnam, nos apetecía muchísimo, pero desconocíamos si los trámites en la Embajada eran fáciles de conseguir, y tan pinchos nos decidimos por Tailandia, en el que en 72 horas te resolvían todo el papeleo.
Para que nos diera tiempo a hacer todo, salimos el lunes día 13 para volver el viernes 17. Perfecto, pensamos, el lunes en cuanto lleguemos vamos a la Embajada, el miércoles recogíamos la documentación y nos daba tiempo de sobra para conocer esa ciudad, en principio tan apetecible.
Aunque para el vuelo de ida, madrugamos un poco, por una vez en nuestra vida, sacamos el de vuelta a las 12 para no madrugar, como señoritos.
Pues nada, llegamos tan ricamente al aeropuerto, cogimos un taxi, el conductor no hablaba casi inglés pero dijo que sabía dónde estaba la Embajada de Indonesia, así que metimos las mochilas al maletero, y nos montamos. Cuando ya llegó al centro de la ciudad, vimos que dudaba, que se metía por unas calles y otras, y al final EUREKA, nos lleva a la Embajada de India. Tócate los pies! Pero oiga señor, que esto no es Indonesia! - como que no!, India e Indonesia es lo mismo no? Pues no señor, haga usted el favor de enterarse de donde está y llevarnos allí por favor! El hombre, dando vueltas y vueltas y preguntando aquí y allí, nos llevó por fin a nuestro destino, pagándole un montón por el viajecito de marras, pero contentos de que al fin estábamos donde queríamos. Jajjjajaaaa... nuestro periplo acababa de comenzar, los de seguridad nos dejaron entrar por una puerta metálica, y dentro un chico nos dice que es el Año Nuevo budista y que la Embajada está cerrada hasta el jueveeeeeeeees!
Le explicamos nuestro problema, que no podíamos esperar hasta el jueves porque nuestro vuelo salía el viernes, que no sabíamos que era fiesta y menos que una Embajada pudiera cerrar 3 días, que llevábamos toda la documentación ya hecha desde Bali... en fin, el chico muy amable hizo unas llamadas e intentó solucionarlo, pero al final nada, que volviéramos el jueves a ver si había suerte y nos lo hacían para el viernes a primera hora.
Nuestro hotel estaba cerca de la famosa calle Khaosan, que es donde más se celebra esta fiesta, así que comimos, descansamos un rato y fuimos allí. Aunque en el hotel nos dijeron que se celebra tirando agua, no esperábamos lo que había allí. Miles de personas con escopetas de agua, con cubos llenos e incluso directamente a manguerazo limpio, otros con cubos llenos de una especie de escayola líquida que te pasaban por la cara, felicitándote el nuevo año, nos pusieron como cromos. Decidimos contraatacar comprando unas pistolas de agua enormes, y nos metimos en todo el jaleo. Toda la calle estaba llena de carritos de comida, zumos, helados, y arcones con agua y hielo en los que a precio de oro vendían bebidas, y de paso servían para rellenar las pistolas una vez vacías. Bueno, te caía agua y escayola por todos los lados, de las escopetas, normalmente el agua estaba calentita, los cubos y mangueras, helada, no sabíamos que era peor... milagrosamente, los carritos de comida y bebida salvaban el pellejo, con todo ese aceite bien caliente podía ocurrir de todo!.
Parábamos de vez en cuando para tomar una cerveza, aunque el agua no dejaba de empaparnos por todos los lados, claro que nosotros también enchufábamos nuestros chorros a diestro y siniestro. Paramos a cenar, resguardándonos un poco, pero lo suficientemente cerca para seguir viendo el espectáculo, y al hotel a por una duchita caliente y a dormir como ceporros.
Al día siguiente, cogimos un tuk-tuk para que nos llevara al Palacio Real y diversos templos budistas de la ciudad. La verdad es que son impresionantes, aunque con el calor infernal que hace en Bangkok y el mogollón de gente visitando y rezando, al ser el año nuevo, se nos hizo bastante agobiante.
Vimos un Buda de 5 toneladas y media de oro, otro gigantesco, otro de jade, otro de esmeralda pura, otros más modestos, dorados, negros, de toooodos los colores. Vimos multitud de ofrendas, subimos a la montaña dorada tocando gongs y montones de campanas, visitamos mas templos, entre otros el de mármol...
Al día siguiente, cogimos un tuk-tuk para que nos llevara al Palacio Real y diversos templos budistas de la ciudad. La verdad es que son impresionantes, aunque con el calor infernal que hace en Bangkok y el mogollón de gente visitando y rezando, al ser el año nuevo, se nos hizo bastante agobiante.
Vimos un Buda de 5 toneladas y media de oro, otro gigantesco, otro de jade, otro de esmeralda pura, otros más modestos, dorados, negros, de toooodos los colores. Vimos multitud de ofrendas, subimos a la montaña dorada tocando gongs y montones de campanas, visitamos mas templos, entre otros el de mármol...
Por la noche, para descansar de la fiesta del agua, fuimos a la bulliciosa China Town, con sus enormes letreros luminosos, y sus comidas tradicionales, nos pusimos hasta el ojo y lo pasamos muy bien. Para volver al hotel, taxi y timo, eso va unido en Bangkok. Da igual taxi o tuk-tuk, te timan sí o sí. Los taxis si les exiges que pongan el taxímetro, te dan la vuelta a Bangkok, si intentas llegar a un acuerdo te clavan, los tuk-tuk igual. Además la gente no es simpática y apenas hablan inglés, (o se hacen los tontos), con lo que te quedas siempre con la impresión de que te roban en tu propia jeta. Y lo peor es que no puedes hacer nada.
Acostumbrados a la rupiah indonesia, todo nos parecía muy caro, y además hay que regatear todo el rato con gente antipática, así que poca compra y mucho andar.
Bueno, contaros que el jueves a las 9 en punto estábamos en la Embajada. Al funcionario de marras le rogamos y suplicamos, le enseñamos los papeles de que habíamos llegado el lunes y que quien iba a pensar que una Embajada pudiera cerrar 3 días enteros, pero todo fue en vano. El tío muy antipático, nos llegó a amenazar con romper los papeles... así que nos fuimos a una oficina de Air Asia para cambiar el vuelo para el martes siguiente, y tampoco hubo forma. Cabreadísimos compramos otros nuevos para el martes a las 6 de la mañana, no había más soluciones.
Decidimos que por más cabreo y depresión que tuviéramos, intentaríamos pasar esos 4 días de más lo mejor posible. Fuimos en barco por el río Chao Phraya, viendo desde él templos y rascacielos, desembarcamos cerca de Soi Cowboy Road, la calle famosa de Bangkok por sus clubes nocturnos, entramos en un ping-pong show, no os cuento lo que vimos, madreeeee, pero pobrecillas, eran horrorosas, nos daban penita, me cogieron cariño, no sé por qué y venían a sentarse conmigooo... y cuando nos íbamos, nos llamaron desde el escenario para despedirse y darnos dos besos... Inenarrable!!!
Conocimos en una terraza a unos chicos encantadores, argentinos que habían estado en Bali y desde Bangkok se iban a su país y coincidieron en el buen rollo de de aquí y el malísimo de allí.
Probamos toda clase de comida callejera, la cocina tailandesa es deliciosa, nos sorprendió la variedad de carnes y pescados, fideos, arroces y sus exóticas salsas picantes, unas sopas impresionantes, zumos de granada y helados de coco.
El lunes, teníamos que recoger los pasaportes entre las 14 y las 15 horas, que cerraban la Embajada.
Cogimos un taxi a la 1 y se suponía que estábamos a una media hora de la Embajada. Cuando llevábamos ya una hora y pico, nos dimos cuenta de que además de haber un tráfico horroroso, el tío estaba dando vueltas como una peonza, le habíamos exigido el taxímetro claro, y haleee, a robarnos descaradamente, el vio que nos estábamos cabreando así que se metió en una calle lateral y nos dijo que a dos pasos estaba la Embajada. Ni siquiera estábamos en la calle correcta! Con un calor insufrible empezamos a correr, pero no sabíamos ni donde estábamos, parábamos taxis y se negaban al taxímetro, y nos cobraban fortunas por llevarnos. Al final, un taxi cochambroso nos dijo que por supuesto que ponía taxímetro y que intentaría llevarnos a tiempo. El tío iba colándose como podía de carril en carril, y nos dejó en la puerta de la Embajada a las 14,55! El taxímetro marcaba 60 baht y le dimos 100, por honrado. Los otros sinvergüenzas nos querían cobrar 300! Eso sí, creo que los insultos cabrón e hijo de puta, se los han aprendido unos cuantos.
El día de vuelta, otro cabronazo del taxista nos llevó al aeropuerto equivocado, por supuesto creemos que adrede, menos mal que teníamos horas por delante pero la clavada que nos metió fue monumental. Parecía que alguna fuerza maligna no quería dejarnos salir de allí.
Por fin adiós Bangkok, nunca volveré... Y hechos polvo, vuelta a mi pacífico y sonriente Bali de mis amores.
Acostumbrados a la rupiah indonesia, todo nos parecía muy caro, y además hay que regatear todo el rato con gente antipática, así que poca compra y mucho andar.
Bueno, contaros que el jueves a las 9 en punto estábamos en la Embajada. Al funcionario de marras le rogamos y suplicamos, le enseñamos los papeles de que habíamos llegado el lunes y que quien iba a pensar que una Embajada pudiera cerrar 3 días enteros, pero todo fue en vano. El tío muy antipático, nos llegó a amenazar con romper los papeles... así que nos fuimos a una oficina de Air Asia para cambiar el vuelo para el martes siguiente, y tampoco hubo forma. Cabreadísimos compramos otros nuevos para el martes a las 6 de la mañana, no había más soluciones.
Decidimos que por más cabreo y depresión que tuviéramos, intentaríamos pasar esos 4 días de más lo mejor posible. Fuimos en barco por el río Chao Phraya, viendo desde él templos y rascacielos, desembarcamos cerca de Soi Cowboy Road, la calle famosa de Bangkok por sus clubes nocturnos, entramos en un ping-pong show, no os cuento lo que vimos, madreeeee, pero pobrecillas, eran horrorosas, nos daban penita, me cogieron cariño, no sé por qué y venían a sentarse conmigooo... y cuando nos íbamos, nos llamaron desde el escenario para despedirse y darnos dos besos... Inenarrable!!!
Conocimos en una terraza a unos chicos encantadores, argentinos que habían estado en Bali y desde Bangkok se iban a su país y coincidieron en el buen rollo de de aquí y el malísimo de allí.
Probamos toda clase de comida callejera, la cocina tailandesa es deliciosa, nos sorprendió la variedad de carnes y pescados, fideos, arroces y sus exóticas salsas picantes, unas sopas impresionantes, zumos de granada y helados de coco.
El lunes, teníamos que recoger los pasaportes entre las 14 y las 15 horas, que cerraban la Embajada.
Cogimos un taxi a la 1 y se suponía que estábamos a una media hora de la Embajada. Cuando llevábamos ya una hora y pico, nos dimos cuenta de que además de haber un tráfico horroroso, el tío estaba dando vueltas como una peonza, le habíamos exigido el taxímetro claro, y haleee, a robarnos descaradamente, el vio que nos estábamos cabreando así que se metió en una calle lateral y nos dijo que a dos pasos estaba la Embajada. Ni siquiera estábamos en la calle correcta! Con un calor insufrible empezamos a correr, pero no sabíamos ni donde estábamos, parábamos taxis y se negaban al taxímetro, y nos cobraban fortunas por llevarnos. Al final, un taxi cochambroso nos dijo que por supuesto que ponía taxímetro y que intentaría llevarnos a tiempo. El tío iba colándose como podía de carril en carril, y nos dejó en la puerta de la Embajada a las 14,55! El taxímetro marcaba 60 baht y le dimos 100, por honrado. Los otros sinvergüenzas nos querían cobrar 300! Eso sí, creo que los insultos cabrón e hijo de puta, se los han aprendido unos cuantos.
El día de vuelta, otro cabronazo del taxista nos llevó al aeropuerto equivocado, por supuesto creemos que adrede, menos mal que teníamos horas por delante pero la clavada que nos metió fue monumental. Parecía que alguna fuerza maligna no quería dejarnos salir de allí.
Por fin adiós Bangkok, nunca volveré... Y hechos polvo, vuelta a mi pacífico y sonriente Bali de mis amores.