Aunque llegué sobre las 19,30 hora local, era ya totalmente de noche, así que no pude ver apenas nada, pero el parloteo incesante de mi hija, en español conmigo y en su perfecto inglés, con el driver, llegamos al hotel indonesio donde íbamos a pasar tres noches. A pesar de la oscuridad, me impresionaron las altísimas escaleras y sus pasamanos que eran dos enormes dragones de piedra…- que exótico es esto, y que diferente de todo lo que he conocido en mis 53 años de vida! – pensé.
El recepcionista nos recibió, todo sonrisas y con la adecuada ropa balinesa.
Nos registramos. Una chica monísima, también con sarong nos trajo un zumo bien frío y nos condujeron a la habitación reservada, que daba a una enorme piscina, que después de encontrar un traje de baño en el fondo de la mochila, me empeñé en probar…mmmmm, el agua estaba deliciosa, como me gusta a mí, más bien tirando a calentita.
Ducha, y como ya era tarde, a cenar en el propio hotel. No tenía demasiado hambre, así que mi hija me recomendó que pidiera sate de pollo (sate ayam), y haciéndole caso, descubrí la delicia de unas brochetas con trocitos de pollo pequeños, con una salsa de cacahuete exquisita, eso sí, acompañado por una buena ración de arroz, la base de la comida en Bali.
Hablamos un ratito, no daba crédito a poder ver nítidamente tantísimas estrellas…creo que desde pequeña, en el pueblo de mis padres, no había vuelto a ver un cielo así.
Y cuando ya no podía más, a dormir!
El recepcionista nos recibió, todo sonrisas y con la adecuada ropa balinesa.
Nos registramos. Una chica monísima, también con sarong nos trajo un zumo bien frío y nos condujeron a la habitación reservada, que daba a una enorme piscina, que después de encontrar un traje de baño en el fondo de la mochila, me empeñé en probar…mmmmm, el agua estaba deliciosa, como me gusta a mí, más bien tirando a calentita.
Ducha, y como ya era tarde, a cenar en el propio hotel. No tenía demasiado hambre, así que mi hija me recomendó que pidiera sate de pollo (sate ayam), y haciéndole caso, descubrí la delicia de unas brochetas con trocitos de pollo pequeños, con una salsa de cacahuete exquisita, eso sí, acompañado por una buena ración de arroz, la base de la comida en Bali.
Hablamos un ratito, no daba crédito a poder ver nítidamente tantísimas estrellas…creo que desde pequeña, en el pueblo de mis padres, no había vuelto a ver un cielo así.
Y cuando ya no podía más, a dormir!